Para el año 2021 en medio de las restricciones de pandemia y ante las primeras posibilidades de tener un retorno a espacios públicos tales como parques o escenarios abiertos, salimos del confinamiento de nuestra casa al parque Simón Bolívar, allí nos sentamos a divisar con nuestra hija de tres años (para ese momento) el paisaje, especialmente las nubes, empezamos -sin proponérnoslo- a darle forma a este proyecto, buscando formas intangibles, que emergían en el movimiento constante durante el transcurso de la tarde, señalábamos formas que danzaban ante nuestros ojos en el aire y posteriormente serían dibujadas sobre los registros fotográficos realizados con dispositivos móviles.

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Cada nube posee su momento. cada una juguetea ante nuestra vista por diversión. algunas proyectan sombras sobre otras, otras sólo quedan atrapadas entre los rayos de luz, algunas armonizan con el espectro al reflejar sus gotas. Quien se tome la tarea de observar encontrará en cada nube un universo propio y que cada observador de nubes -a su manera- propone lo mejor de su imaginación para configurar inmateriales e infinitas pareidolias.